Para mi gusto personal, los toros son unos de los animales
más hermosos que habitan en la Tierra. Son una especie digna de cuidar y
mantener, de ahí que la tauromaquia me parezca una aberración contra los toros
en particular y contra la especie animal en general.
Afortunadamente, cada vez hay más personas que se dan cuenta
de lo miserable que son las corridas de toros, y se niegan a aceptar que esto
siga siendo considerado como una costumbre típica de España. Se les conoce como
antitaurinos, y me parece profundamente importante su lucha para que este país
siga dando pasos hasta convertirse en un lugar medio en condiciones.
En el otro lado, tenemos a los taurinos, cuyos argumentos
para defender la tauromaquia son, cuanto menos, ridículos y encima se desmontan
en el mismo instante en que los sueltan por la boca. Ojo, que quede claro: no
tengo nada contra las personas a las que les gusta ver las corridas de toros.
Respeto a todos aquellos a quienes les guste (siempre que merezcan ganarse mi
respeto), pero lo que no pienso respetar, es ese gusto particular que tienen, el
cual estoy lejísimos de compartir. Y por supuesto no me alegro cuando un torero
muere, pero tampoco me da demasiada pena teniendo en cuenta que su trabajo se
basa en enfrentarse a un toro que le puede clavar un cuerno en cualquier
instante.