viernes, 3 de marzo de 2017

La maldad que llevamos dentro

Damos por hecho que el ser humano es la criatura más perfecta del planeta. Que gran equivocación.

Día tras día es demasiado fácil comprobar lo sencillo que resulta destrozamos unos a otros, en mayor o menor grado. Desde las guerras absurdas que nos han acompañado a lo largo de los siglos, hasta el desprecio hacia alguien de nuestro alrededor, pasando por los incontables episodios de racismo, u otras peculiaridades bastante cuestionables desde el punto de vista ético que comete el hombre y la mujer, porque puede, y quiere. ¿Perfección? ¿Donde?

Al fin y al cabo somos animales refinados. El ejemplo más perfecto de la esencia y la actitud natural del ser humano son los niños pequeños, por el simple motivo de que están limpios. Ellos actúan por puro instinto, por impulso; si, tal y como hacen los animales. Un simple parque infantil, donde los adultos no intervengan, sería la mejor representación de lo que es un ser humano. Empujones, insultos, golpes… ¿Quién asegura que eso no es realmente la forma en la que tendría que actuar el ser humano? Dejamos de actuar así porque nos enseñan por medio del castigo (como a los animales), que eso está mal. Bastante triste, y bastante elocuente para comprobar que somos lo que somos gracias al mismo sistema que se emplea con un perro para que entienda que tiene que hacer sus necesidades en la calle, y jamás en el caro sofá del salón.

Por desgracia, o por cosas de la naturaleza, puede que seamos la especie con mayor potencial para la violencia y la maldad, pero eso de la socialización nos condiciona de tal manera, que acabamos actuando ¨bien¨, solo porque así nos vemos obligados a hacerlo, y porque eso es lo que nos han enseñado. Demasiado triste, y suficiente prueba para dejar claro que realmente, no somos tan buenos como creemos ser.

Y aun teniendo tanta instrucción en favor del bien, después todo se va al carajo, y no tenemos suficiente con putearnos unos a otros. Llegamos a convertimos en la única especie de la historia de la humanidad, con el potencial suficiente para cargarnos este planeta, porque somos tan egoístas que nos creemos que los recursos naturales son infinitos.

Hoy nos hacen daño a nosotros. Mañana nosotros haremos el daño. Hoy hacemos nosotros el daño al planeta. Dentro de muchos mañanas (o no tantos), el planeta nos la devolverá.

Quizás la esperanza en el ser humano se perdió en el mismo instante que apareció el ser humano. O quizás todo esto sea una visión demasiado exagerada de todo el asunto. Quien sabe.



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