Punto y final para una etapa clave de nuestras vidas
que será imposible de olvidar por todo lo vivido gracias a poder haber tenido
la suerte de pertenecer temporalmente a ese grupo llamado ¨universitarios¨.
Una carrera de obstáculos nada sencilla que comienza
cuando eres todavía un adolescente que se pierde entre los pasillos de la
Facultad, y que se termina, llegando casi sin fuerzas a la meta final,
convertido en todo un adulto que está cansado de tener la Facultad como segunda
vivienda.
Infinitas visitas al Campus Virtual. Una millonada
gastada en fotocopias. Muchas preguntas sin respuesta. Innumerables correos de
la Universidad en la bandeja de entrada. Trabajos grupales que parecían que
nunca iban a terminarse. Tareas realizadas en el último momento. Profesores que
abusan de las explicaciones con el PowerPoint. Horas y horas de insoportable
estudio. Acostumbrarse a los nervios precios a los malditos exámenes. Odiar con
toda tu alma a los que inventaron eso de la normativa APA. Sufrir hasta el
último momento con nuestro amigo el TFG. Pero también muchas risas y diversión acompañando
a cada una de esos aspectos negativos. Porque todo lo de este párrafo y mucho
más, es la vida en la Universidad.
Al fin y al cabo, son nada más y nada menos que 4 años
decisivos para definirnos como personas, donde se unen las vivencias propias de
la juventud, con lo que te aportan las clases, y lo que vives fuera del aula con
esas ciertas personas increíbles que se conocen en este periodo, que te llevas
para la vida.
4 años para saber que camino quieres recorrer en el
futuro, y que otros no te gustaría pisar ni aunque te pagaran. Para crear tu
propio filtro de relaciones, que solo traspasan esas personas que demuestran
merecer acompañarte en los años que están por venir, quedándose fuera los que
es mejor mantener alejados. Para conocerte mejor a ti mismo y abrirte la mente
en todos los sentidos.
4 años para aprender que el esfuerzo, el sacrificio y
la dedicación siempre tienen la recompensa. Porque aunque el sistema no se
adapte a nosotros, ser capaces de superar los obstáculos que desde arriba nos
presentan, dice mucho de nuestra fuerza de voluntad que no todos llegan a
valorar.
4 años repletos de profesores que inspiran, ante los
que hay que quitarse el sombrero porque da gusto escuchar sus clases, y otros
que hacen preguntarte cuantas veces se habrán puesto de rodillas para conseguir
ese puesto.
4 años para valorar a esas personas que con el paso
del tiempo siguen ahí, apoyándote en los momentos donde es más fácil rendirse.
4 años que finalizan con muchas lecciones de vida,
algunos que otros consejos para la profesión, y unas cuantas personas que por
nada del mundo cambiaría.
4 años de experiencia universitaria que merece la pena
vivir. En mi caso, para aprender que graduarme como maestro significa que puedo
decir bien alto que estoy capacitado para ejercer la profesión más importante
del planeta. Otra cosa es qué pasará a la hora de encontrar trabajo…
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